La vida de Carolina de Mónaco siempre estuvo rodeada de lujos, de palacio en palacio, viajando por el Mediterráneo. Sin embargo, las tragedias familiares quedarán como una marca para la princesa. De todas maneras, ha confirmado, más de una vez, que la vida se puede reconstruir.
Carolina de Mónaco, ícono de la moda y referente en el mundo de las royals, se casó muy joven y no fue una buena experiencia. El matrimonio con Philippe Junot duró solo dos años. Para esa altura, la hija del príncipe Raniero y Grace Kelly tenía 20 años y un divorcio que el Vaticano tardaría décadas en convalidar.
Luego vino un momento muy duro para la familia con la muerte en accidente de tránsito de Grace Kelly. Con el principado de luto, Carolina de Mónaco conoció a quien sería el gran amor de su vida. Se trataba de Stéfano Casiraghi, un joven tres años menor que ella y con un espíritu aventurero inigualable.
Carolina y Stéfano compartieron una vida llena de romance y aventura. Fueron una de las parejas más buscadas por los medios de la época para ilustrar sus portadas y conformaron todo lo que un hombre y una mujer podían soñar. Sin embargo, la tragedia volvería sobre la vida de la princesa. Stéfano Casiraghi era un deportista que se había apasionado por el deporte náutico y las carreras de off-shore. En octubre de 1990, buscaba revalidar su título de campeón mundial pero una ola sorpresiva dio vuelta la embarcación y Casiraghi murió en el acto. Junto a la hija de Raniero habían tenido tres hijos: Andrea, Carlota y Pierre.
A Carolina de Mónaco le costó mucho tiempo superar este trauma, pero una vez más demostró que es una mujer resiliente. En 1996 conoció a Ernesto Augusto de Hannover, con quien se casó y tuvo otra hija, Alejandra. Eta relación duró hasta 2009, pero nunca se divorciaron oficialmente.